Dais varias vueltas alrededor de Eleuthera, pero no veis nada fuera de lo común.
-Bueno, lo hemos intentado -le dices a Silvia mientras pones rumbo a casa-. Quizá descubramos algo en el camino de vuelta.
-No me gustaría estar navegando allá abajo esta noche; parece que el viento es bastante fuerte -Silvia se detiene un momento y luego añade-: Tampoco me entusiasma la idea de estar en una avioneta tan pequeña como ésta con tanto viento.
-Espero que podamos volar alejados de la zona de ventisca -le respondes.
Pero no conseguís hacerlo. Incluso antes de que lleguéis a Bimini el viento aúlla contra elavión, sacudiéndolo. Nunca habías volado antes en una tormenta y la oscuridad la hace aún más temible.
-Supongo que deberíamos haber dejado Eleuthera antes -comenta Silvia, nerviosa-. Nunca había imaginado que fuera tan duro pilotar un avión durante la noche.
Asientes con la cabeza, pero no dices nada. Gotas de sudor te caen por la frente. Necesitas toda la concentración posible para mantener la avioneta en su rumbo.
-No estamos en la estación de los huracanes, así que la tormenta no puede ser demasiado fuerte –opina Silvia-. Además, no parece que llueva.
De repente, una fuerza tremenda hace girar el avión en una espiral vertiginosa. ¡Estáis cayendo en picado hacia el oceano!
-¡Oh, no! -grita Silvia-. ¡Es el Triángulo de la Bermudas!
El miedo os paraliza. Estáis seguros de que habéis sido atrapados por un torbellino, uno de esos extraños tornados que se forman sobre el agua. Mientras el viento arrastra la avioneta hacia el mar embravecido, agarras con fuerza la mano de Silvia. No te importa si esa fuerza es sobrenatural o no: lo único que puedes pensar en este momento es en que estás a punto de morir.
FIN